viernes, 1 de febrero de 2013

SE ME VA EL TREN


Se me fue Julio… un día sin despedir… sin brazo para decir adiós y sus ganas de no verme ahí, en el mismo lugar de siempre, fue un impulso que de pronto le pescó el corazón.

“Está enfermo” Pensaba, por eso no viene a verme. Pero todavía me quiere… no me dejaría así nada más después de todo este tiempo. Después de tantas pláticas de minuto y medio en los que intercambiábamos la mayor información posible antes de ver la luz verde que me forzaba a decir adiós…

Así era él… y tal vez hoy sin admitirlo lo extrañé. Tenía que decirle que había amanecido feliz y que iba tarde al trabajo. Pero no estaba para contestarme que llegar tarde no importaba y que la vida era más fácil que estar preocupada. Además de aquellos chicles que siempre me regalaba.

Entonces acepté el hecho, Julio no regresaría, no sabría hasta dónde le crecerían sus chinos de la nuca que todos los días me enseñaba y no estaría ahí todas las mañanas para darme un lento hola y un rápido adiós.

Nos conocimos el día que decidí ignorarlo…

- ¿Chicles?
- Ahorita no traigo gracias. – Frase aprendida desde la infancia.
- No importa güera. ¡Llévate unos!

Sonreí, y los tomé gratis aún sabiendo que con mi cartera podía comprar todos los que tenía, pero entendí que él quería dar… que todos los días estaba ahí parado para recibir y ese día quiso dar y se lo permití. Tomé los chicles y me despedí.

Al poco tiempo me nació comprarle unos, aunque no los necesitara… y al pagarle fue cuando nos hicimos amigos.

- Toma – Le tendí una moneda de $5

El se rió y me acercó la cajita de chicles para que la depositara ahí. Entonces hice conciente algo que ya había visto: No tenía brazo. Nos reímos. Le puse el dinero en la cajita y sentí a lo que sabía la gloria.

Así pasaban los días. Amaba saludarlo, buscaba que me tocara el alto y que me dijera cosas que ya sabíamos: El clima, las chivas… que iba tarde al trabajo… y él sus chinos que seguía dejándose crecer…

Y cuando más te encariñas o piensas que estará a diario es cuando a veces las cosas terminan. Era tan puntual y constante nuestra amistad que yo creí que iba a tenerlo para siempre.

Pero todo llega a su final y cuando menos lo pensé ya no estaba y ahora estoy acostumbrada a ello, pero ahora que se casa una de mis mejores amigas y una alegría me brinca adentro desde que me levanté quería decírselo… quería tanto decírselo…

Pero la vida no es cruel (no se quién inventó ese dicho… tal vez era sarcasmo). El problema es que ante las pérdidas dejamos de ver lo que tenemos enfrente y les explico porqué.

Desde hace mucho que se me va el tren… literalmente… la mujer que reparte “El Tren” en las mañanas ni siquiera le abría la ventana de mi coche porque me chocaba tener tiliches en mi asiento. Pero la pérdida de Julio me hizo saludarla de cuando en cuando… así que después de unos siete u ocho saludos le abría la ventana para recibir el tren…

Comencé a notar que ella siempre estaba de buenas; se veía una persona inteligente, educada, no sé, me daba buena vibra entonces decidí bajar mi vidrio siempre que estuviera en ese alto y nos sonreíamos con naturalidad y volvía a saborear la gloria, sentirte vivo y miembro de una comunidad.

Pero no fue hasta hoy que aprendí la lección, aquella que la niña de la película de mi primer beso vivió… ¿No han visto la movie? Una niña de 12 años que tenía miedo a la muerte, su papá trabajaba haciendo velorios y su mamá había muerto… entonces se hizo muy amiga del niño de “mi pobre angelito” (que usaba unos lentes de Harry Potter) y un buen día él murió.

Entonces ella volvió a meterse en su concha como los caracoles cuando les picas los ojos y comprendió que el mundo “era cruel” (tal vez ella inventó la frase) y entendió que no puedes involucrarte sentimentalmente con nada ni nadie si no quieres sufrir.

Pero fue al final cuando su vecinita de overol la buscó para salir en bici (como lo hacía con el niño) y fue al final de la película cuando ella decidió decir que sí y probar la gloria: Saberse viva.

Porque estar viva significa decirle que sí al cambio… porque Dios quiso que todo fuera nuevo todos los días… hasta las células de nuestra piel.

Y así vemos el final de la película con la canción de “I got sunshine on a cloudy day…” y ella y su nueva mejor amiga andando en bicicleta…

Eso me pasó justo hoy… que extrañando a Julio le dije que sí a la vida, bajé mi vidrio y saludé a mi amiga de uniforme fosforescente y pelo negro. Y no me bastó con decir que sí, quise marcar una diferencia… entonces al poner el tren en el asiento del copiloto que generalmente va solo (#ForeverAlone) le pregunté su nombre…

- ¿Cómo te llamas?
- Gloria – me dijo sonriendo.
- Yo soy Lucía.
- ¡Adios Lucía!

Así de simple… si quieres que tu vida sepa a gloria sólo necesitas no cerrarte a ella. Las pérdidas significan que cosas nuevas vienen en el camino… tal vez no son pérdidas son trueques… pero como sólo nos quedamos viendo lo que perdimos no sabemos encontrar lo que llega.

Hoy mi amiga es fosforescente… lo suficiente para iluminarme el día… sonriente para recargarme de energías y lo mejor aún… ella no permitiría que se me fuera el tren…

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