viernes, 22 de marzo de 2013

Perdónenme

Mi lector favorito me dice:
-     -   ¿Cómo amaneciste?
-     -   Con el corazón contento, pero mi cabeza con muchos pendientes.
-     -  ¿Cómo cuáles?
-      -  No sé, por ejemplo tengo unos mails de mis lectoras que no he contestado, no sé que decirles.
-       Diles:

Para Lucia la de Flor su preferencia es muy importante, en este momento nuestro corazón está contento y nuestra mente de vacaciones por lo que le pedimos permanezca en línea y pronto le atenderemos…

Me reí del chiste. Pero es verdad. No me es tan fácil contestar sus correos, incluso un “¿Estás ahí?” que nunca respondí y me hace sentirme culpable. Pero la verdad de todo es que necesito estar preparada para cuando alguien me quiere abrir su corazón, no pueden tomarse los renglones a la ligera, prefiero no leerlos. Perdonen mi inmadurez. Prometo pronto estar lo suficientemente madura para responderlos con el mismo amor con que fueron escritos. ¿Me perdonan?

Lo que sí no me gustaría es que dejaran de escribir, no lo hagan.

jueves, 21 de marzo de 2013

NADA SE CAPTURA. Notre Dame


El otro día en clases de Literatura nos pusieron a hacer un ejercicio que se llama “Ruleta” consiste en que la maestra nos dijo “escriban lo que quieran” después decía “alto, pongan esta palabra – o esta frase – “ y no importaba si se salía de contexto con la historia, tenías que ponerla. Esto fue lo que me salió, un pedazo de ficción combinado con una crónica real… es decir, no todo fue real ni todo mentira, lo que pasó es que tuve que insertar frases cuando la maestra lo pedída… se las comparto porque prometí escribir mis tareas. ¡OJO! Las palabras o frases que están en negrita son las que la maestra dijo que pusiéramos, para que se rían cuando lean cómo las puse. ¡Gracias a todos!


Nada se captura.
Por Lucía la de flor
Ejercicio en clase de: Ruleta.



Había visto el Jorobado de Notre Dame más veces que un niño promedio, recuerdo todas esas caricaturas de Disney y los sentimientos que me provocaban, entendía entre líneas las escenas y vivía con más intensidad que los mismos personajes sus alegrías y dolor. Lástima que no hay una máquina de esas como los detectores de mentiras que captaran las tonalidades de las emociones con las que vivía las pelis de Disney.

            Por eso, en aquel hotelito parisino, cuando Andrés me preguntó si sabía algo sobre Notre Dame contesté soberbiamente: “¡Pues claro! Si he visto la Peli del Jorobado.”

            ¡Cómo lo hice reír esa noche! Planeábamos seriamente el tour del día siguiente y mi comentario lo había hecho carcajearse como tanto me gusta, pero lo puse serio cuando de pronto salí con mi prenda íntima tratando de provocarlo un poco, lo demás no les interesa saber.

            Nos levantamos tarde al día siguiente cuando las harpías de las camareras nos habían tocado nuevamente alegando que teníamos que salir para hacer el cuarto, vaya hotel. Nos vestimos, pusimos los pasaportes y algunos euros bajo llave por aquello de las suspicacias francesas y tomamos el metro para bajar cerca de donde viviría en persona mi momento Disney.

            Parecía que el desayuno o el agua parisina tenían alguna fórmula que te hacía sentir pleno, feliz, enamorado… porque Andrés y yo éramos dos perfectos candidatos a inspirar a algún escritor que pasara por ahí y viera nuestras risas, abrazos y la manera en la que dos enamorados caminan.

            O era el paisaje el que hacía que nos viéramos felices, no lo sé, pero lo dos estábamos anestesiados de París, envueltos por arriba hasta los pies de una droga particular.

            Vaya día que hasta del Jorobado me había olvidado, mi nueva y propia película ejercía en mí toda la ocupación de mi tiempo, a tal grado que si se vuelcan o no los coches de al lado, si incineran o no a algún viejo que ha muerto a unas cuadras al lado, yo y mi mundo me tenían anonadada y atenta sólo a nuestro momento, a tal grado que había olvidado voltear a ver si venía un coche a atropellarnos. “Dios nos guarde la hora en que eso pase” pensé, sería un dramático final para dos enamorados.

            Que tonta que pensé en eso, volví en mí y admiré el río que cruzábamos por aquel puente, la risa de Andrés y mi pose para la foto donde a espaldas ya se veía Notre Dame.


            Pero ah como se me da eso de crear voces sin rostro en mi cabeza… - ¡Ya basta Lucía! - Me dije a mis adentros - Eso sólo crea nuevas complicaciones y callando mi voz interna corrí hasta alcanzar a Andrés quien ya terminaba de cruzar el puente.

            Me reuní a su paso y en el ritmo perfecto, parecíamos un carro nupcial ya que curiosamente iba vestida de blanco, él un saco negro y nos dirigíamos a la Catedral de Notre Dame.

            ¡Que belleza de día! Pensaba mientras pasamos una escalera por abajo, pero ni eso y ningún gato negro podrían darnos mala suerte a este par de tórtolos que estaban viviendo algo mejor que la luna de miel de cualquiera.

            Que increíble es saberse así de feliz, quitando aquella zozobrante sensación de que algún coche pudiera atropellarnos en el trayecto poniéndole fin al verdadero principio de nuestras vidas. Meditando eso me postré frente a la Catedral tan anhelada y como llave de agua comencé a llorar.
           

            “Esto es mejor que El Jorobado” pensé… “Las segundas versiones siempre son mejores” Aseguré. Y así fu como la realidad superó la fantasía derrotándola como David a Goliat.

            Andrés estaba contemplando mi éxtasis porque él ya conocía el recinto y le complacía mas posar sus ojos en esta guera y captura sus emociones.

            Sentí pena de llorar frente a él y juré por ni nombre propio que no volvería a hacerlo. El rió con mi juramento ya que había perdido mi credibilidad al haber llorado en el Museo del Prado, la Plaza Mayor, el Palacio Real, la Torre Eiffel y ahora aquí. Así que mi promesa pasó a segundo plano, me puse de costado y él me tomo la primera foto en ese mágico lugar.

-       Andrés ¿No encoge esta cámara? – Dije al ver la foto. – Mira que majestuosa es, la fotografía no le ha hecho justicia. – continué disgustada, y ase habían secado mis lágrimas y la rabia salía a flote al ver la foto tan desgraciada. - ¡Tómala otra vez Andrés! – Grité mientras acomodaba mi pelo y a grito de guerra la tomó de nuevo, una y otra y otra vez.

Nunca pude captar la monumentalidad Notre Dame como mis ojos la veían, no podía capturarla aunque fueran varios intentos y mi corazón sólo entendió que tal vez, ningún monumento y ningún lugar es capturable y en la belleza de su finitud está la verdadera libertad de la vida que tampoco capturaremos, igual como el día de Notre Dame no fue igual en mi memoria, que en la de Andrés, o que en la estúpida cámara digital.

martes, 19 de marzo de 2013

CUANDO PASASTE


Mi maestra de Escritura Creativa está intentándonos hacer escribir ficción. No se imaginen escribir cosas fantasiosas como crear seres con orejas alargadas y hadas, a ficción se refiere con salirnos de nuestro mundo y crear otras historias más allá de las mías. Dejar que viva un personaje llamado Laura que bajaba las escaleras cuando de pronto se topó a Luis y saludándolo como si fuera un día normal nunca se imaginó lo que él venía a decirle: Había embarazado a otra mujer.

            Así que en mi buscar salirme de mí misma y dejar que asesinatos y otros males pasen en mis textos me vi en la problemática de darme cuenta que soy una narcisista y diario hablo de mí.

            Esperando mejorar los dejo con mi primera tarea. Tenía que hacer un texto con 5 palabras que no le gustaran a un compañero del salón. A ver si descubren cuáles son. Y ojo, no se dejen llevar con la finta de que vengo llegando de París y por eso escribí de ese lugar porque el texto lo hice antes. Y lo comparto con la alegría de que cuando les pregunté que si les importaba si subía mis tareas tuve más likes de los que había pensado. Así que ahí va. Espero les gusten mis pininos de ficción.





Cuando pasaste.
Por Lucía la de Flor



A punto de arrojarme por el puente con vista al lago, me vi interrumpido por aquella gritona mujer. “Quien osa obstaculizar mi suicidio” Pensé enfadado.

-       ¡Pasé! ¡Pasé! – Me dijo ella, sin percatarse de que estaba poniéndole fin a mi vida. - ¡Mira! – Me enseñó el examen.
-       Es un seis. – Dije.
-       ¡Exacto! ¡Pasé!

Conmemoré en mi mente lo erudito que había sido durante mi niñez y la manera en la que los psicólogos me hallaban irritante mientras los compañeros de la escuela me apodaban el “sabelotodo”. De pronto, ver la felicidad de aquella mujer casi niña de bufanda a colores y medias de rayas de otros tonos que no tenían que ver con los primeros me hizo dejar en el olvido mi trágica enmienda y analizar de una buena vez su examen con una letra que parecía escritura cuneiforme, pero le entendí.

-       ¡Hombre si esta respuesta era obvia! ¿Cómo va a ser menos diez? Si sumas la velocidad y la fuerza dan cinco.
-       ¡Que importa! Pasé y ahora soy libre.

Quince minutos fueron los que Violeta Montes necesitó para contarme su deplorable existencia donde sus millonarios padres murieron quedado a la tutela de un tío que sólo había visto dos veces advirtiéndole “Cuando termines tus estudios cobrarás la herencia que el testamento objeta…”

-       ¿Sabes lo que eso significa? ¡Soy millonaria y viajaré por el mundo! ¿Quieres hacerlo conmigo? Puedo pagarlo todo, deja tu trabajo, deja a tu mujer ¡Somos libres!

Que simpática – Cavilé, y la sonrisa ladeada tan típica en mí apareció escasa, pero al final una mueca que profesaba extinta.
 
-       No te quedes ahí como menso ¿Ya conoces París? ¿Cómo te llamas?
-       Renato y no, no conozco París.
-       ¿Tienes Pasaporte?
-       Sí.
-       Vamos a tu casa, nos vamos hoy mismo.

La mandamás me jalaba y sin desistirme caminé las siete cuadras a su lado, escuchando el tour que viviríamos.

-       ¿No tienes familiares? ¿Amigos? – Le pregunté.
-       ¡No voy a invitar a toda la comarca! Anda empaca rápido.

Doblé aquellas camisas que sólo usaba en días especiales y como estos últimos habían sido una pesadilla estaban limpias. 

-       Dos para París, primera clase señorita, el más pronto que tenga. – Dijo al llegar.
-       ¿Vienen de luna de miel?
-       ¡Ja! Este hombre no es ni mi amigo, pero decidimos viajar juntos.

“Decidimos” recapacité riéndome esta vez con las dos comisuras. Pero después me puse serio y deduje que era cierto, yo también había decidido viajar con la parlanchina niña, casi mujer, a conocer lo que siempre quise con Melissa, Paris. ¡Ah! Melissa, si tan sólo hubiera sido más accesible, si sus malditos padres no vivieran como los de Violeta, si no hubiera sido tan berrinchuda y egocéntrica. Si hubiera visto el mundo con los ojos con los que lo hace Violeta, si hubiera sido Violeta…

-       Si sigues así de callado y con cara de bobo cambio de pareja. – Interrumpió mis pensamientos mientras nos abrochábamos el cinturón. Vamos a comer muchos postres así que prepara a tu estómago. – Siguió diciendo - ¿Eres alérgico al camarón? Lo bueno es que caminaremos mucho y no sé, tal vez nos enamoremos así que vete olvidando de todas tus musas que soy celosa, ¡Ah! Y no me gusta que me besen de lengüita, hazlo lento y toma mi cuello con tus manos, y que no pase muy rápido ¡Como en las películas!. – Ella seguía describiendo nuestro viaje perfecto y yo me fui enamorando por segundos como especulé que no sería posible hacerlo. “No es guapa como Melissa” Pensé mientras ella seguía zarandeando la boca diciendo no sé qué cosas cuando caí oficialmente a sus pies.
-       Dormiremos juntos ¿No te pone nervioso eso? – Interrumpió mi mente otra vez y luego siguió diciendo – Nunca he hecho el amor. He tenido sexo ¡Huy! Y ¡Qué buen sexo! Pero nunca, nunca he hecho el amor. ¡Y en París! ¿Ves cómo todo es perfecto?

Realmente todo sentaba algo más que perfecto, estaba siendo real y sin meditar en la incoherencia de todos los sucesos me dejé llevar por esta novela que sentía mía y por primera vez era el protagonista. Nada que ver cuando estaba con Melissa.

-       ¿Te gustan las crepas?
-       Me gustas tú. – Le dije y descubrí que aquella merolica sí tenía un botón de “off”. Se chiveó.

Pasaron pocas horas y confirmé que París es la ciudad del amor, donde nace y donde se hace con el mayor goce que pudiera hacerse jamás. O tal vez no fue la ciudad, tal vez era Violeta, quien supondría que había sido creada solamente para mí. ¿Por qué había pasado por el puente aquella tarde? ¿Por qué cuando duerme se acurruca tan perfecto? ¿Por qué sueña despierta? Preguntas y días que pasaban y mi corazón no supo oponerse. Así que seguimos por las islas griegas y terminamos en la India una noche de copas. Nunca pronunció un te quiero pero tierna algunas veces expulsaba un “estoy siendo tan feliz, eres tan divertido, me haces sonreír” y demás elocuencias que no creía detectara en mí.  O a veces más bien no podía entender que Melissa no lo hubiera hecho.

¿Qué había en Violeta que lograba lo mejor de mí? Nunca lo supe ni me incumbía. Pero una duda sí saqué de mi corazón y la puse sobre la mesa una tarde mientras tomábamos el café en la plazuela de Toledo. Ella balbuceaba cosas y se enredaba más que el trabalenguas de parangarícutirimícuaro que nunca aprendí y entre embrollos reclamé el uso de palabra.

-       ¿Qué hubiera sido si no hubieras pasado el examen? – le dije y recordé todas las noches en las que hacía consciente que tal vez no estaría vivo si aquella tarde no hubiera gritado justo por ahí donde me privaría de mi existencia. Ella sonrió y contestó a carcajadas:

-       No lo sé, probablemente me habría tirado de aquel puente. –Como si suicidarse fuera divertido.

Sorbí el café y rectifiqué el sentimiento que meses antes me orilló a aniquilarme: La vida no tiene sentido. Era verdad, razoné que en efecto nada en la vida lo tiene porque cada quién se lo da. Y dejando atrás el pasado menos el día que pasó el examen y por el puente, la besé.