Mi maestra de Escritura Creativa está intentándonos hacer escribir ficción. No se imaginen escribir cosas fantasiosas como crear seres con orejas alargadas y hadas, a ficción se refiere con salirnos de nuestro mundo y crear otras historias más allá de las mías. Dejar que viva un personaje llamado Laura que bajaba las escaleras cuando de pronto se topó a Luis y saludándolo como si fuera un día normal nunca se imaginó lo que él venía a decirle: Había embarazado a otra mujer.
Así que en mi buscar salirme de mí misma y dejar que asesinatos y otros males pasen en mis textos me vi en la problemática de darme cuenta que soy una narcisista y diario hablo de mí.
Esperando mejorar los dejo con mi primera tarea. Tenía que hacer un texto con 5 palabras que no le gustaran a un compañero del salón. A ver si descubren cuáles son. Y ojo, no se dejen llevar con la finta de que vengo llegando de París y por eso escribí de ese lugar porque el texto lo hice antes. Y lo comparto con la alegría de que cuando les pregunté que si les importaba si subía mis tareas tuve más likes de los que había pensado. Así que ahí va. Espero les gusten mis pininos de ficción.
Por Lucía la de
Flor
A
punto de arrojarme por el puente con vista al lago, me vi interrumpido por
aquella gritona mujer. “Quien
osa obstaculizar mi suicidio” Pensé
enfadado.
- ¡Pasé! ¡Pasé! – Me dijo
ella, sin percatarse de que estaba poniéndole fin a mi vida. - ¡Mira! – Me
enseñó el examen.
- Es un seis. – Dije.
- ¡Exacto! ¡Pasé!
Conmemoré en mi mente lo erudito que había sido durante mi niñez y
la manera en la que los psicólogos me hallaban irritante mientras los
compañeros de la escuela me apodaban el “sabelotodo”. De pronto, ver la
felicidad de aquella mujer casi niña de bufanda a colores y medias de rayas de
otros tonos que no tenían que ver con los primeros me hizo dejar en el olvido
mi trágica enmienda y analizar de una buena vez su examen con una letra que
parecía escritura cuneiforme, pero le entendí.
- ¡Hombre si esta respuesta
era obvia! ¿Cómo va a ser menos diez? Si sumas la velocidad y la fuerza dan
cinco.
- ¡Que importa! Pasé y
ahora soy libre.
Quince minutos fueron los que Violeta Montes necesitó para contarme
su deplorable existencia donde sus millonarios padres murieron quedado a la
tutela de un tío que sólo había visto dos veces advirtiéndole “Cuando termines tus estudios
cobrarás la herencia que el testamento objeta…”
- ¿Sabes lo que eso
significa? ¡Soy millonaria y viajaré por el mundo! ¿Quieres hacerlo conmigo?
Puedo pagarlo todo, deja tu trabajo, deja a tu mujer ¡Somos libres!
Que simpática – Cavilé, y la sonrisa ladeada tan típica en mí
apareció escasa, pero al final una mueca que profesaba extinta.
- No te quedes ahí como
menso ¿Ya conoces París? ¿Cómo te llamas?
- Renato y no, no conozco
París.
- ¿Tienes Pasaporte?
- Sí.
- Vamos a tu casa, nos
vamos hoy mismo.
La mandamás me jalaba y sin desistirme caminé las siete cuadras a
su lado, escuchando el tour que viviríamos.
- ¿No tienes familiares?
¿Amigos? – Le pregunté.
- ¡No voy a invitar a toda
la comarca! Anda empaca rápido.
Doblé aquellas camisas que sólo usaba en días especiales y como
estos últimos habían sido una pesadilla estaban limpias.
- Dos para París, primera
clase señorita, el más pronto que tenga. – Dijo al llegar.
- ¿Vienen de luna de miel?
- ¡Ja! Este hombre no es ni
mi amigo, pero decidimos viajar juntos.
“Decidimos”
recapacité riéndome esta vez con las dos comisuras. Pero después me puse serio
y deduje que era cierto, yo también había decidido viajar con la parlanchina
niña, casi mujer, a conocer lo que siempre quise con Melissa, Paris. ¡Ah!
Melissa, si tan sólo hubiera sido más accesible, si sus malditos padres no
vivieran como los de Violeta, si no hubiera sido tan berrinchuda y egocéntrica.
Si hubiera visto el mundo con los ojos con los que lo hace Violeta, si hubiera
sido Violeta…
- Si
sigues así de callado y con cara de bobo cambio de pareja. – Interrumpió mis
pensamientos mientras nos abrochábamos el cinturón. Vamos
a comer muchos postres así que prepara a tu estómago. – Siguió diciendo - ¿Eres
alérgico al camarón? Lo bueno es que caminaremos mucho y no sé, tal vez nos
enamoremos así que vete olvidando de todas tus musas que soy celosa, ¡Ah! Y no
me gusta que me besen de lengüita, hazlo lento y toma mi cuello con tus manos,
y que no pase muy rápido ¡Como en las películas!. – Ella seguía describiendo
nuestro viaje perfecto y yo me fui enamorando por segundos como especulé que no
sería posible hacerlo. “No es guapa como
Melissa” Pensé mientras ella seguía zarandeando la boca diciendo no sé qué
cosas cuando caí oficialmente a sus pies.
- Dormiremos
juntos ¿No te pone nervioso eso? – Interrumpió mi mente otra vez y luego siguió
diciendo – Nunca he hecho el amor. He tenido sexo ¡Huy! Y ¡Qué buen sexo! Pero
nunca, nunca he hecho el amor. ¡Y en París! ¿Ves cómo todo es perfecto?
Realmente todo sentaba algo más que perfecto, estaba siendo real y
sin meditar en la incoherencia de todos los sucesos me dejé llevar por esta
novela que sentía mía y por primera vez era el protagonista. Nada que ver
cuando estaba con Melissa.
- ¿Te gustan las crepas?
- Me gustas tú. – Le dije y
descubrí que aquella merolica sí tenía un botón de “off”. Se chiveó.
Pasaron pocas horas y confirmé que París
es la ciudad del amor, donde nace y donde se hace con el mayor goce que pudiera
hacerse jamás. O tal vez no fue la ciudad, tal vez era Violeta, quien supondría
que había sido creada solamente para mí. ¿Por qué había pasado por el puente
aquella tarde? ¿Por qué cuando duerme se acurruca tan perfecto? ¿Por qué sueña
despierta? Preguntas y días que pasaban y mi corazón no supo oponerse. Así que
seguimos por las islas griegas y terminamos en la India una noche de copas. Nunca pronunció un te quiero pero tierna
algunas veces expulsaba un “estoy siendo
tan feliz, eres tan divertido, me haces sonreír” y demás elocuencias que no
creía detectara en mí. O a veces
más bien no podía entender que Melissa no lo hubiera hecho.
¿Qué había en Violeta que lograba lo mejor de mí? Nunca lo supe ni
me incumbía. Pero una duda sí saqué de mi corazón y la puse sobre la mesa una
tarde mientras tomábamos el café en la plazuela de Toledo. Ella balbuceaba
cosas y se enredaba más que el trabalenguas de parangarícutirimícuaro que nunca
aprendí y entre embrollos reclamé el uso de palabra.
- ¿Qué
hubiera sido si no hubieras pasado el examen? – le dije y recordé todas las
noches en las que hacía consciente que tal vez no estaría vivo si aquella tarde
no hubiera gritado justo por ahí donde me privaría de mi existencia. Ella
sonrió y contestó a carcajadas:
- No
lo sé, probablemente me habría tirado de aquel puente. –Como si suicidarse
fuera divertido.
Sorbí el café y rectifiqué el sentimiento
que meses antes me orilló a aniquilarme: La vida no tiene sentido. Era verdad,
razoné que en efecto nada en la vida lo tiene porque cada quién se lo da. Y
dejando atrás el pasado menos el día que pasó el examen y por el puente, la
besé.