viernes, 1 de febrero de 2013

EL MILAGRO DE Bas Jan Ader

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El arte visto con los ojos del corazón.
Tenía dos formas de contar esta historia… la corta y la larga… adivinen cuál escogí.
De chiquita mi mamá me contó un cuento que nunca voy a olvidar: “El traje nuevo del emperador” Un gobernante soberbio y gordo que quería el look más hermoso para sorprender a todos en su cumpleaños.
Un sastre muy creativo prometió hacer el mejor pero le costaría una fortuna. Así que el emperador poseído por la seguridad de nuestro valiente protagonista, aceptó la oferta.
-       No será un traje cualquiera – replicó el costurero. – Sólo las personas inteligentes podrán verlo.
Emocionado, el adinerado señor pagó las monedas de oro y el sastrecillo ingenioso tomó medidas y se fue a casa.
La fiesta llegó, el sastre fingió sacar el traje supuestamente invisible para los que no eran inteligentes, pero en realidad no era nada. Así, la vanidad del arrogante emperador no le permitió alegar que no veía ningún traje.
-       Maravilloso ¿verdad? –retó el sastrecito.
-       Es en realidad un trabajo magnífico. – Contestó el rey para no pasar por tonto.
Llegó la fiesta, el rey salió en bragas, pero los invitados, ya advertidos de que el traje era sólo para verse por sabios, halagaron su atuendo.
Y aquí viene la parte más padre, cuando mi mamá volteaba a verme con sus ojitos azules y riéndose me decía:
“Pero un niño del palacio, lleno de inocencia y sin prejuicios gritó” (aquí ya comenzaba a reírme) – ¿qué gritó? – Me preguntaba mi mamá porque sabía que el cuento me lo leía tantas veces como noches:
- ¡El emperador está encuerado! – gritábamos.
¡Amaba esa frase! Nos reíamos por horas y le pedía que me enseñara el dibujito otra vez…
Nunca pensé que un día me volvería parte de esa metáfora. Los años pasaron y cuando tuve edad suficiente para leer mis propios cuentos, me encontraba en este escritorio, recibiendo los mails del día, entre ellos de museos que me invitaban a recomendar sus exposiciones.
Yo, mi ignorancia sobre el arte y mis ganas de escribir, hacían que se me cruzaran los cables. Y debo de confesarles algo: no quería comportarme como un invitado más del emperador cuando leía sus boletines:
“El arte impregnado en la estructura monumental de sus instalaciones inéditas que abrazando la inmensidad conceptual de sus elementos, nos brinda la pureza del minimalismo.” Say what?
¡No entendía nada! Y no iba a escribir sobre algo que no comprendiera, así que admití como el niño que “el emperador realmente estaba encuerado” y que las fotos que me mandaban de la exposición no eran más que líneas para mí, y que tenía que ser más inteligente para poder ver aquel traje.
Tenía que empezar por partes, la primera pregunta que vino a mi cabeza fue ¿qué es arte entonces? Me trasladé a la película de La sonrisa de mona lisa, en una de mis escenas favoritas: (denle clic al video o no van a chachar mi idea, tarda 1 min lo juro!)
Mi segunda pregunta fue ¿el conocimiento sobre arte está sobre lo que sentimos al verlo? Es cierto que se deben de tener algunas nociones básicas para contemplar el trabajo que hay frente a ti, pero decidí que sin ser experta en arte, tenía que escribir y así vestiría al emperador con lo que había: la tela hecha de correo electrónico, unas lentejuelas de Google, hilo de llamada al museo y todo cosido con el sentimiento que provocara en mí. Y así fue como abrí el correo de Gerardo Lammers, sobre la nueva exposición de un hombre llamado Ban Jas Ader.
Holandés, vivió la muerte de su papá a los dos años en manos de los Nazis. Rebelde estudiante que borraba sus dibujos después de hacerlos y por eso reprobaba la clase. Se va a Los Ángeles a estudiar arte y se enamora de la hija del director de la escuela, Mary Sue Andersen, con quien se casa en Las Vegas.
¿Y qué exposición iba a ver? La de su indiscutible título “Suspendido entre la risa y el llanto”.  Si quieren que lo diga burdamente, su arte son filmes donde se graba cayendo, cayendo de un puente, de su propia casa, colgado de un tronco, o cayendo de haber estado de pie. ¿Por qué me había hecho sacar agua de mis ojitos en la oficina? No entendía porque me había encantado pero me estremecí con aquel flaco que más que artista lo considero un filósofo de piernas largas que tal vez quería mostrar en carne viva la vulnerabilidad de un ser humano. ¿Quién no ha caído? ¿Quién no se ha caído “adrede”?
¿Metáfora existencialista? Tal vez. Usar la libertad para representar la autodestrucción me pareció algo necio, pero dos segundos después entendí que la mayoría de los humanos y no por arte, intentamos destruirnos, y entonces, miles de momentos se vinieron a mi cabeza.
Busqué sus videos en you tube “Im too sad to tell you”. Lo veía diferente. Sí como un filósofo y como un artista, pero antes que todo eso, como un ser humano, un niño pequeño al que le quitaron su papá, un adolescente rebelde que no quiso seguir las reglas del mundo, un sensible enamorado que se ganó el corazón de una señora muy tierna cuando la vi en aquella exposición. Porque sí, no sólo la recomendé, sino que esperé los días para ver su obra.
El Museo de Arte de Zapopan estaba lleno de jóvenes. ¿Sabrán más de arte que yo? Me pregunté y luego me reí. No importaba, yo quería ver lo que había visto en you tube. Sentía morbo, lo sé, morbo de saber que aquel hombre tan fuera de lo común, intentó partir en un bote realmente pequeño con la idea de que cruzaría el Atlántico y regresaría con una obra llamada “En busca de lo milagroso”. Obviamente… nunca más lo volvieron a ver.  Y entre susurros era lo que escuchaba entre la gente antes de empezar a rondar por el museo a ver sus obras… desde la entrada ponías atención y escuchabas “nunca regresó” “es el que se fue en un bote y no lo encontraron” “dicen que…”
¿Sabía que volvería? Pensé. ¿Realmente sabía que lo lograría? Y su esposa al grabarlo mientras preparaba su bote ¿Sabía que sería la última vez que lo vería?
No tendré nunca esas respuestas, pueden ser tantas como subjetivo el arte. Como subjetivo la valoración del mismo. Pero lo cierto es de que a pesar de que existan expertos en el tema, cuando algo llega al corazón, a veces no necesita entendimiento.
Mary Sue Ader-Andersen viuda del artista. Platicó que él la conquistó en la escuela levantándose la camisa y diciendo "¡Mira! tengo uno de los cinco ombligos más bonitos del mundo". Según ella, si era cierto. También nos confesó Bas Jan Ader siempre se vestía de azul marino ¡Incluso los calzones!

Mi compañero Gerardo Lammers, el que siempre me manda los mails ¡ya lo conocí!
EL VIDEO EN YOU TUBE
Imagen de previsualización de YouTube
Para más información esta es la página de nuestro artista. http://www.basjanader.com/
Y para cerrar con broche de oro…
¡NO PUDE EVITARLO! jajajaja
Vayan al MAZ (Museo de Arte de Zapopan) ¡Sigue su exposición montada hasta el domingo 28 de agosto!
El tel del museo es: 3818-2575

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