lunes, 23 de junio de 2014

VOLVER A NACER



Uno de mis libros favoritos lo leí porque una persona que quería mucho lo había leído y me gusta saber por qué les gusta un libro así que lo compruebo. Se llama La Rueda de la Vida, de Elizabeth Kübler Ross. Sus letras me acompañaron mientras mi mamá tenía largas rondas en el hospital… ¿O fue mi abuela? No me acuerdo, pero lo leí en un hospital (me acuerdo estar acostada en el piso y mis tías “que asco, está sucio el piso” yo nomás le daba vuelta a la página).

Otra parte la leí en la terraza de mi casa después de comer con la panza llena echándome las historias de una mujer que nació gemela, que su papá cocinó a su conejo negro y se lo comieron y ella se traumó al tener que masticar a su mascota, (ese lo leí en la cochera, lloré, amo a los conejos). Creció y se hizo ruda y tierna, dura y sensible, definida y apasionada… una mujer curiosa que comenzó por ayudar a los moribundos.

Le causaba una atención especial una persona que estaba a punto de morir. ¿Cómo le gustaría a esa persona que fuera tratada en los últimos días de su vida? Se preguntaba y así terminó por tener en su casa un hospital para cuidados a enfermos terminales de VIH. En este lugar ella tenía una oficina con sus escritos y estudios sobre lo que aprendía en el camino de convivir con personas que sólo tienen últimos deseos…

Tenía también en ese lugar sus fotos de niña, en pocas palabras toda su alma adentro de ese cuarto y  otro pedacito entre los pasillos y los cuartos de los enfermos pero todo su ser estaba en esa casa y es por eso que no me olvido el capítulo en el que los vecinos – que tenían miedo de que personas con VIH vivieran cerca de la colonia -  quemaron todas sus cosas. Cuando ella regresó a casa, su casa estaba hecha trizas.

“Todo era humo” – algo así me acuerdo que decía – Mis documentos, mis estudios, mi diario, mis escritos, mis fotos de niña, no quedaba de mí nada, ya nada existía para validar mi existencia, podría morir y nadie sabría quién soy. Entonces, vi una roca todavía caliente por el fuego, me senté, me senté a decidir qué hacer…

No me acuerdo que pasa exactamente en ese diálogo interno pero después de ver todo lo que había perdido recuerdo que se pone de pie y páginas más adelante reconstruye su vida… y es así que no se me olvida el día en el que Elizabeth lo perdió todo y lo recuperó después.

Era una adolescente cuando leí La Rueda de la Vida y nunca en la vida había sentido lo que sintió Elizabeth. Sentí compasión por ella, había leído la forma en la que había construido su misión de vida y la generosidad con la que cuidaba a sus enfermos. Recuerdo bien cuando leí ese incendio y lo describió tan bien que me senté junto con ella en esa piedra… y en mi madurez menor, sentí su dolor.

Fue cuando cumpli 21 años que entendí de mejor manera lo que Elizabeth sintió. A esa edad era una niña sociable, buena onda y vanidosa del ITESO, lo tenía todo, una beca que me permitía terminar mis estudios, una carrera que amaba (Comunicación, iba a las clases extasiada, queriendo ser fotógrafa, luego reportera, luego escritora, luego dar las noticias… luego fotógrafa otra vez…), tenía un bocho blanco al que llamaba Herby y no tenía estéreo pero me había robado una grabadora de mi papá de pilas y ¡PUM! Cantábamos todas mi bocho y yo. Tenía licencia y me creía mil y obvy tenía sobre todo un novio de envidiar.

No quiero ni me siento todavía preparada para platicar lo que sucedió esa vez pero como Elizabeth un buen día desperté y lo perdí todo. Mi cabello largo amaneció chiquitito, no vivía en mi casa sino en un hospital y mi novio ya no estaba, y mi popularidad en el ITESO tampoco y mucho menos mi último semestre… no me graduaría. Había perdido el bocho en un accidente y desperté en el hospital, donde viví cerca de un mes que a mí me pareció un año, me rehusé a aceptar que era mi cumpleaños y tirada en la desgracia me quedé completamente sola, ni siquiera conmigo. Dios, pensé que nunca lo platicaría. (está todo revuelto pero la verdad es que no quiero que entiendas nada, sólo que lo perdí todo).

No me olvido de esa escena, mi papá me había ido a visitar, pensé que de rutina, pero no, venía a decirme que se había muerto mi abuelita Flor. Pobre de mi papá, no sabía como decirme eso porque era agregarle otra mala noticia a mi entera mala noticia que era mi ser y todo lo que me rodeaba. “Lo entiendo” le dije, horas después mi novio terminó conmigo – no entiendan nada, en este capítulo teníamos que separarnos y lo hizo de la mejor manera - y ya era como que las cosas sumadas me hacían no saber dónde estaba ubicado mi dolor, lo sentía en todo el cuerpo y también en el alma... Tal vez ese día el sol no salió o al menos no lo vi.

Ese día hasta yo me daba pena y adolorida de los huesos caminé hacia el pasillo verde pistache como todos los hospitales y salí a la terraza escuchando quejidos de gente de otros cuartos y los míos, caminaba lento, estaba mareada, no sabía quién era ¿Les ha pasado que no saben quiénes son o dónde están? Me senté en donde pude y comenzó a llover. (No les dije pero en la escena de Elizabeth en la piedra, comienza a llover y ella enciende un cigarro pensando en que tiene que volver a empezar). Ahí, con una mano para que no se mojara mi cigarro, me convertí en ella y pensé “ahora sé un poquito mejor lo que se siente, en mi pequeña versión dramática, pero Dios sabe que me sentí como ella, tanto que reviví la escena: lluvia, mi cigarro y yo con nada…” Sentí cómo me había muerto y cómo era una opción, de ella y mía, volver a nacer.

Ahí en la lluvia descubrí que tenía dos opciones, dos caminos se abrieron entre las gotas que caían y sentí que eso debió haber pensado Elizabeth. “Puedes convertirte en la mujer más amargada del mundo, al cabo tienes razones suficientes,  o puedes volver a escribir tu historia y recuperar lo recuperable y despedirte de lo que no va a volver a ser…” Después de todo, ella tan capaz y tan apasionada… ¿No podría volver a hacer nuevas todas las cosas? ¿No es así la naturaleza? ¿No son los cambios la única constante en la vida? ¿No podría yo parecerme un poquito a ella y ponerme de pie?

Me tomó muchos años reconstruirme, podría decir que después de tres estuve entera, pero ese día, esos minutos, ese tiempo que pasé en el hospital, son mi causa entera por la que escribo contigo esta historia de una niña con un blog y un libro y esas cosas… En ese momento que la lluvia me mojó como a ella, me convertí en Lucía la de Flor y aunque pasé mucho tiempo de desesperación y aunque me gradué un año después con gente desconocida, y aunque perdí a mi novio y también mi bocho, y aunque mi pelo creció lento y me desesperaba también, volví a ser yo, la misma pero diferente.

Te preguntarás por qué te tuviste que chutar una historia como esta en el noveno kilómetro del maratón del desamor que por cierto no pude escribir el viernes porque mi coche se quedó debajo del túnel de Las Rosas de López Mateos porque se le cayó el clutch. Pero qué bueno que fue así porque tuve tiempo de pensar muy bien lo que quería decir aquí y resumo todo lo que has leído en estas palabras: Todos nacemos más de una vez.

Volvemos a nacer cuando terminamos con una pareja, volvemos a nacer después de un divorcio o quedar viudos, volvemos a nacer después de perder un trabajo, volvemos a nacer después de una muerte cercana y volvemos a nacer como Elizabeth, cuando nos quedamos sin nada pero recordamos que si un día pudimos hacerlo podemos hacerlo de nuevo.

Las personas que hemos nacido más de una vez sabemos la riqueza que hay en las muertes de la vida. Entendemos que lo que perdimos probablemente ya ni lo necesitamos o que si lo necesitamos podemos crear alguna forma de suplirlo, entendemos que a veces somos más felices en el segundo nacimiento que en el primero, comprendemos que probablemente si no hubiéramos muerto aquella vez no seríamos quienes somos y lo más padre: Nos hacemos más fuertes y las personas más fuertes adquieren una vista diferente de las cosas. No se hunden en la primera tormenta y saben apreciar un rayo de sol aunque sea de esos leves que salen en Londres (es que ya fui a Londres J).

Y la verdad es que, así como Elizabeth, encontré mi misión de vida nuevamente en esos días que pasé deprimida y sin ganas de nada… recuerdo muy bien esos días, tengo unos diarios que explican esos tres años donde “ay jijos” tuve que buscar dónde dejé los pedacitos de mí. 

No se me olvida una vez que alguien que ya sabe quién es me vino a visitar… es una mujer hermosa que me regaló una vez un conejo color miel al que cuidé el tiempo que estuve triste. “Es que un psicólogo dijo que era bueno tener una mascota cuando estás triste…” Y fuimos juntas a comprarlo.

Además de ese gesto bonito me acuerdo que de los cien mil consejos que recibí para salir adelante, el único que no se me olvida es el de ella: Lucía, un día esto va a pasar y hasta te vas a reír. Un día vas a sentir cómo todo eso pasó hace mucho tiempo, cómo estás diferente… y alegre. Cuando me lo dijo le contesté que los segundos se me hacían horas y que para que me sintiera como ella dice faltaban doscientos mil ochocientos años luz multiplicados por el infinito… y ella me tomó de los dos brazos y con los ojos grandes me volvió a repetir todo:

Algún día, lejano si quieres, pero de seguro pasará, verás esto y lo sentirás lejos, pasará, y estarás feliz. Sólo aférrate a eso.

Pasaron como cinco años cuando me la topé en un antro y le dije “¿Te acuerdas de tu consejo?” Ya estoy viviendo en esos días que me prometiste… sentí tan bonito saberme fuera de ese vacío y vuelta a nacer que aunque fuera con humo y luz y sonido y sin podernos escuchar bien, tenía que decirle…

Y también tengo que decirte a ti lo mismo que ella me dijo si es que te encuentras en esa situación. La vida no está diseñada para los finales infelices… lo sé, lo sé no sé por qué pero lo sé. Y me siento ahora tan bien de volver a nacer que de algún modo si dedico mi vida a convencer a la gente que “todo estará bien” habré gastado mi vida en algo que para mí vale la alegría y no la pena…

Y no sé, me cuesta trabajo cómo plantear las cosas para que alguien en esa situación pueda escuchar estas palabras y sé de algún modo que el maestro no llega hasta que el alumno quiere aprender… (No estoy diciendo que yo soy maestra, sino la vida: me refiero a que hasta que tienes las orejas paradas para escuchar algo es que lo escuchas, hasta que estás listo para tomar acción es que llega una tormenta de ideas, hasta que te decides a terminar con esa rutina que te vuelve loco o loca es que llega ese viaje que querías… hasta que dejas de andar tan terco o terca es que la vida te dice "Es por aquí").

De algún modo me gusta ser una vocecita que nada más te dice “ándale ya empieza a escuchar a la vida” y ya, la vida se encarga de todo. Así me pasó con ese consejo de ella, siempre el cosmos se vale de los medios más originales para hacernos despertar, para volver a nacer de una mejor manera.

Así que, en este penúltimo paso del maratón del desamor sólo quiero decirte que escuches a la vida, que tiene todo que decirte. Y que si te sirve de ejemplo el ver que existen personas que se hunden y se levantan, obsérvalas, yo en mi mundo me siento una de ellas y no es por subirme a ningún pedestal, al contrario, es sólo que me gusta hacerle saber a la gente que sí se puede y encontrarle un sentido a esos días que a veces me es difícil recordar. Recuperar mi poder no significa otra cosa que ponerlo al servicio de los demás… soy del Ciencias, ese es el lema de nuestra escuela.

Ojalá que de algún modo te hayan servido estas letras y le paso el micrófono a tu vida, que quiere decirte muchas otras…

Nos vemos mañana en la meta del #MaratonDelDesamor que no es otra cosa que un capítulo de tu vida que tiene que encontrársele un sentido.

7 comentarios:

  1. "VALE LA ALEGRÍA Y NO LA PENA" me encantó la frase :)
    Creo firmemente que nuestros pensamientos y palabras tienen un poder inmenso y nosotros los elegimos y eso que elegimos lo transformamos en nuestra realidad.
    Gracias Lucía, quiero llegar a la meta :)

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  2. Porque solamente ccuando escribes con el alma y el corazon abierto es que otra alma puede reconocerse en ti y sentirse conectada. Asi que salud por los que recordamos el pasado como si fueran varias vidas atras....por los que hemos comenzado y reconstruido desde cero nuestras vidas varias veces! Y gracias por dejar que las palabras de tu alma den fuerza a la mia! Saluditos!

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  3. Hola, Lucia... Hace 5 años, me infecte de V.I.H, en ese, momento, crei, que mi vida, había llegado a su final... Me hundi, (me revolqué en la desolación y en la desgracia), llevo unos 2 años, leyéndote... Te eh aprendido mucho, y seguire aprendiendo, de la vida, y de todas las personas, que se han cruzado en mi camino... Gracias, y sigue escribiendo, me has hecho reir, y reflexionar... Como hoy que lei, tu articulo...

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  4. Hola Lucía, he estado leyendo tu maratón y está con ganas!, pero el día de hoy me has tocado el alma, con tus palabra me hiciste llegar a esos lugares que a veces no quiero recordar. Fui leyendo y de pronto empezaron a rodar mis lágrimas, regresar a todos esos momentos en los cuales me he sentido sin nada y darme cuenta que al final he crecido mucho como persona. Te agradezco infinitamente tus palabras!

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  5. y el numero 10 ????? ya urge

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  6. Ja! Justo esta semana tuve la escena del cigarro y la lluvia... :')

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