miércoles, 25 de junio de 2014

KILÓMETRO DIEZ: EL COMIENZO, NO LA META.




Los que se quedan 
y los que se suben.
 Así se dividen las 
personas en el tren 
de la felicidad...

Pero que conste que 
todos están invitados...


Estos nueve kilómetros me he sentido algo así como un vendedor de enciclopedias… ya te conté lo maravillosas que son, para qué te sirven, las páginas tan padres que puedes leer… es hora de decirte cuánto cuestan.

Romper con falsos esquemas, desestabilizarte al quitarte lo que te sobra y sentir que te desequilibras, adquirir nuevos hábitos, mucha fuerza de voluntad, grandes riesgos, apostarle a todo, tener fe en ti, dejarte de dramas, quitarte la venda del pasado, ponerte los lentes del optimismo e invitar a los demás al tren de la felicidad después de haberte subido.... ¿Ah verdad?

Cuando un vendedor de enciclopedias ya está por decirte el precio después de explicarte que lo que te va a vender cambiará tu vida, siempre damos un paso hacia atrás…

Viví hace algunos años en Playa del Carmen (Si lo hacen pónganse una fecha de regreso o se quedan para siempre en la isla de Peter Pan). Fíjense algunos objetivos y cúmplanlos o la fiesta y la belleza del lugar y la simpleza de la vida se los lleva de corbata… mejor dicho de traje de baño porque allá no necesitas una.

Volviendo al tema, cuando me fui a Playa no tenía trabajo, sólo un poco de dinero para pagar la renta… ¡Que renta! Vivíamos mis amigas y yo en un paraíso de tres pisos del cual nos sentíamos orgullosas y disfrutamos al máximo aunque no tuviéramos para comer…

Ese fin de semana llovía, tenía que encontrar trabajo y mojada caminaba por los restaurantes preguntando si querían una mesera o alguien que lavara los platos. “Se dan clases de español” y entré para ver si les hacía falta una maestra. Mis currículums mojados, no había comido y mi pelo era un desastre.... pero estaba donde quería estar y cuando estás haciendo lo que tanto deseas, es lo único que te importa. En mi casa estaría seca y sin frío, comida y viendo tele en un cómodo sofá... pero estaría más lejos de mis sueños que nunca.

Desesperada y un poco desanimada llegué a la punta de la quinta avenida y me encontré con quién sería mi próximo jefe. Vaya, ojalá algun día pudiera hacerle saber lo mucho que aprendí de él. El caso es que me convertí en la vendedora de un puesto de maquillaje orgánico que costaba tres mil pesos el paquete. ¡Por Dios! En Playa del Carmen mis amigas y yo hubiéramos vivido un año con ese dinero.

Él era un güero de ojos azules de unos 35 años quien pronto me tomó cariño. No de ese que ustedes piensan, un cariño tierno y un poco paternal. Sabía que yo tenía potencial y yo sabía también que él podía enseñarme el poder de las ventas.

“Tienes que creer en el producto o no te contrato así que úsalo” “tienes que venir bonita y maquillada con este producto o si no la gente no verá lo bueno que es…” “tienes que verlos a los ojos cuando les hablas del producto” “Tienes que vivir lo que vendes…”

Eran una serie de tácticas… yo tenía cinco minutos para contar las maravillas del producto y sólo hasta que el cliente lo tuviera en sus manos es que podía mencionar el precio… eran muchas tácticas que no sabía que funcionaban y funcionaban muy bien. (¡JA!)

Al final del día mi jefe gringo me contaba qué había hecho bien y qué había hecho mal. “Lucía, para creer en el producto primero necesitas creer en ti, si no vives lo que esa palabra significa en ti, no se reflejará en lo que vendes..."

-       ¿Crees en ti? Me preguntó. No, no creía, porque ahora que sí creo sé que no hubiera dado un paso atrás y mirado al suelo. Le hubiera dicho “Sé exactamente de lo que hablas” pero la verdad es que no lo sabía.

Mi fuerza interior no era tan buena como la de él o al menos no estaba desarrollada. Era impactante cómo vendía un paquete en cinco minutos y le agregaba todavía las sombras de la temporada.

Es más, un día pasó una señora con sus productos de MAC recién comprados – Sí, estábamos ubicados en un puestito afuera de MAC – Yo le decía a mi jefe que eso era una ironía puesto que obviamente nos quitaban clientes y él me dijo, mira:

Le habló a la mujer de la bolsa de MAC con todos sus productos, en diez minutos discutieron de los ingredientes de cada uno y ella alegaba “acabo de gastarme tres mil pesos en productos, no voy a comprar otros tres mil”. Para no hacerles el cuento largo, los compró.

¿Cuál es mi punto?

Mi punto es que yo te digo a ti ¿Crees en ti o no? Si no crees no va a suceder la magia que te quise vender en los 9 kilómetros pasado más el video extra explicativo.

Es en serio....

















... Es muy en serio.

Hablo extremadamente en serio y me tomó días escribir esto porque necesitaba estar segura de mis palabras y lo estoy.

Te hablo de un mundo donde no estás atado a nada y puedes volar pero claro, volar da miedo, ser feliz da miedo también aunque no lo aceptemos. Tenerlo todo nos hace pensar que vamos a perderlo al día siguiente y no tendremos la capacidad de superarlo… y mejor me quedo sin nada, piensan unos... o simplemente en nuestro cerebro no estamos capacitados para creer en el éxito.

Te hablo de una vida mejor, pero cuesta, claro que cuesta… y es por eso que de pronto la gente se hace un paso para atrás… pero la vida de la que yo te hablo no necesita maratones del desamor... porque la vida de la que yo te hablo te pone a ti en primer lugar y con una relación contigo inigualable, ya después con alguien más.

Recuerdo el día que le renuncié a Guy (Así se llamaba) había pasado un tiempo pesado pero de mucho aprendizaje y la verdad es que necesitaba ver más el mar y no podía porque trabajaba de 12pm a 12am y terminaba cansada pero me iba a La Santanera con mis amigas, regresábamos a las nueve de la mañana y dormía dos horas. (YOLO).

El caso es que me armé de valor (después de hablarle a Marissa y decirle que quería renunciar y me decía, hazlo ahorita… ya). Y regresando de "comprar un Gatorade" le dije:

- Guy, quiero ver la playa, quiero tener tiempo libre y he decidido esperar a que tengas un remplazo para mí  e irme.

Ese día me vio a los ojos y me dijo “Sababa” (no sé cómo se escribe, él era judío y hablaba en hebreo como si yo entendiera pero esta vez si me explico):

Sababa, (está bien) pero si vas a irte vete ahora. Hoy, en este momento. Ve al mar. Una persona que no quiere estar en un lugar no va a vender. Así que vete. Todo bien.

Entendí perfectamente lo que quería decirme, mi actitud ya no era de estar “al tiro” y él no quería a alguien así en su puesto. Y de pronto pensé que en la vida es igual. “¿Estás o no estás?” No hay medias tintas, en el amor tampoco.

Ese día caminé por todo Playa del Carmen y lloré un poco. Sentía miedo de mi decisión y cuando me senté frente al mar me pregunté ¿Estás segura que esta vista vale la pena para vivir una situación económica inestable?

-       Sí. – Me respondí.

Aquella vista valía la pena. Valió la pena armarme de valor, renunciar y no tenerlo nada pero sabía que algo conseguiría, valió la pena no poner en “Jeopardy” mi posibilidad de ver el mar por las tardes y leer un poco. (Esa época en esa playa leí otro libro de Elizabeth Kübbler Ross que recomiendo más que la Rueda de la Vida y se llama “Lecciones de Vida” si pueden léanlo… bueno el de Lucía la de Flor también).


¿Qué es lo que más anhelas? ¿Qué es lo que más quieres en tu vida por lo que no estás dispuesto a negociar? Y es aquí cuando te pregunto ¿Realmente quieres una relación sana en tu vida? Porque eso implica lavar tus heridas personales, no codepender y esforzarse mucho por permitir que la pareja tenga su espacio y libertad. Eso implica también tener un gran amor propio que te sirva como radar ante los malos tratos y tenerlo cuesta la cartera de huevos entera perdón la expresión.

Es por eso que hoy, después de tocar a tu puerta en estos nueve kilómetros del maratón del desamor te pregunto ¿Quieres subirte al tren de la felicidad? ¿Quieres pagar el precio?

Ya leíste en cada kilómetro los esfuerzos que se requieren para ser una persona empatada consigo misma. Íntegra, honesta, llena de valentía y pasión. Esa que a veces se opaca ante el primer obstáculo. Pero no, aquí no se vale rajarse.

Aquí no se vale bajar la guardia, aquí no se vale no hacerte responsable de ti y eso implica dejar de ser víctima, salirte de tu zona de confort y vivir como Dios manda.

Sí, este kilómetro te reta a que pongas en práctica todo. Que comiences una vida donde te pongas atención, te abraces como nunca, te hagas caso y vivas una relación en pareja contigo mismo.

-      Yo me digo a mi misma: Mi misma ¿Quiéres ir al gimnasio? ¿Quieres reconciliarte con tu papá? ¿Quieres perdonarte? ¿Quieres “encontentarte” con la vida? ¿Quieres levantar la mano cuando el destino te pregunta que si estás lista? Y como un día me dijo Guy en Playa del Carmen: ¿CREES EN TI?

Cuando la vida nos pregunta si creemos en nosotros mismos, la respuesta es “mega sí” o “no”.

No hay medias tintas en el amor por la vida. O estas dispuesto a todo o no estás dispuesto a nada o peor aún, te es indiferente.

Hay varios futuros trazados para ti, de acuerdo al precio que quieras pagar por cada uno de ellos, yo quiero que lo apuestes todo y te vayas por la “catafixia” más grande, más padre, más brillante, más de acuerdo a tu misión de vida.

Generalmente esas son las que cuestan más y les diré algo que le dije a una lectora que me escribió “Es que te leo Lucía y parece que todo fuera tan fácil a través de tus ojos…” no, yo no vengo a decir que esto es fácil, yo vengo a decir que vale la pena.

Todos tenemos un Playa del Carmen que nos hace sentarnos en la arena y decir: Quiero esto cuésteme lo que me cueste. Y yo quiero que te subas al tren de los que pagan el precio de lo que más les apasiona o al menos que lo intentes hasta el final de tus días. (No creo que la vida defraude a alguien así, así que garantizo tu Playa del Carmen de vuelta).

Se puede vivir de dos maneras… arriba del tren de la felicidad o sentado en una estación. Esa que es cómoda, esa que no requiere tanta fuerza de voluntad, esa que “no está mal”. Pero si lo haces no te preguntes por qué a la persona de enfrente le pasan los milagros. No quieras ver la magia que no provocas.

Pero no, no, eso no quiero para ti. ¿Tú?

Así que “sababa” lo que decidas “Sababa” porque es tu vida y al final de cuentas tú eres el capitán de tu barco. Sólo quiero que sepas algo y que nunca se te olvide: Todos están invitados al tren de la felicidad, todos tienen la capacidad para pagar el precio en su interior. He aquí la diferencia, todos pueden, pero no todos quieren.

Gracias por estar conmigo en estos diez kilómetros que no son otra cosa que unas palabras diseñadas con amor para que te animes a amar la vida hasta el infinito, y con ella a quienes la integren… 

5 comentarios:

  1. Shot adelante en el tren de la felicidad :)

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  2. Excelente reflexión Lucia... Vaya que vale la pena :)

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  3. Lucia!
    Me tarda un día mas pero llegue al ultimo kilómetro... me encanta leer tus escritos y lo que comentan los demás. hoy no veo ningún comentario no se si porque aveces iniciamos las cosas al cien y después nos da huevita.com jaja y ya así dejamos todo ...
    pero quiero decirte que Yo si me subo al tren! que si te veo en el viaje me encantaría saludarte y decirte gracias! y tampoco no pienso perderme nada por miedo a todo... Gracias por ser mi amiga, por compartir estas letritas de amor :) hace tiempo estoy enamorada de la vida... de mi vida, pero me encanto leer cada km porque son esos momentos de impacto los que nos definen.
    See you later alligator en otro escrito. ☺
    by: Barbie Moon :*

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  4. Hoy me subo al tren, con dolor y miedo pero con ganas de enamorarme de mi!
    Gracias totales!

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  5. Como te explico que cada escrito que leo se me abren mis ojitos pequeños mas y mas. Siento que te quiero :* gracias por escribir bonito!

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