lunes, 6 de enero de 2014

2013 lo siento, perdón, te amo, gracias.


Se acaba el año y me encuentro con una cobija de colores rojos sentada al lado de la fogata apagada después de un largo día de esquiar. 365 oportunidades me terminaron de conv
encer que vivir es lo mejor que me ha pasado, que nunca terminaré de aprender y que dentro de mí y de ti, se encuentra un inmenso poder de regenerarnos, de permitir que entren cosas nuevas, de aprender de diferentes personas que entran y salen de nuestra vida y sobre todo de saber que nuestro corazón no nació para estar herido, nació para volver a amar.

Este año para mí fue muy revelador, cada año que pasa digo que fue el mejor de mi vida y tengo que aceptar que lo mismo pienso de este y que probablemente el año que entra lo superaré, pero fue un gran año. Lo comencé llena de vida y planes y proyectos y algunos se me vinieron abajo y claro que lloré pero hoy río al entender - teniendo el panorama completo - que todo tuvo que ser así.

Hace mucho me contaron una historia que me encanta y que de cierta forma me la cuento a mí misma cuando no entiendo nada de la vida. Era una vez una niña pequeña sentada en el suelo que volteando hacia arriba, visualizaba a su mamá tejiendo en el aro su "punto de cruz". Pero aquella niña estaba un poco desesperada, de abajo veía puros nudos (he hecho alguna vez con mi mamá eso del aro y sí, abajo es donde uno tiene su "desmadre" y no se entiende nada).

Pasó el tiempo y la niña le dijo a su mamá que estaba confundida con lo que estaba haciendo. Ella la tomó de los brazos, la sentó en sus piernas y Voilá! Pudo ver unas hermosas flores que estaban tejidas en punto de cruz. Así la vida ¿no creen? De pronto cuando sólo tenemos unas piezas del rompecabezas nada nos parece claro, o justo, o bueno.

Este año aprendí eso... me tuve que hacer amiga de la paciencia y de aprender a ver lo que tengo y no lo que me falta o me quitaron a la par de tener que aferrarme a la sabiduría de que de todo se puede sacar frutos y que siendo siempre mi mejor amiga no hay consuelo, abrazo o cariño que me pueda hacer falta. Queriéndome a mí misma todo lo demás es ganancia.

Claro que para llegar a esta conclusión pasé de todo, comenzando por no creer en mí, pasando por el puente de culpar a Dios de mis desgracias y terminando en la desesperación, ansiedad y ganas de que algunos meses pasaran rápido y otros que se hubieran detenido para siempre.

Pero... ¿De dónde obtener sabiduría si no es de la experiencia? Ese fue mi premio, un poco de entendimiento que me trajo de nuevo la paz y me ayudó a dejar de voltear a ver a aquello que me angustiaba y comenzar a verme a mí, que era el enfoque que debí darle a las cosas desde el principio.

Conocí Europa, era algo que yo creía imposible. Abrí mi corazón al amor que era otra cosa que también encontraba difícil de hacer y de ambas cosas me llevé lo mejor que puede llevarse toda mujer: El sabor de los buenos recuerdos.

Este año rompí diferentes barreras de lo imposible, dejé que entrara la abundancia a mi vida y descubrí que a veces no es que no estemos listos para algo, es que no nos animamos a desearlo. Este año desee todo y todo llegó. Abrí los brazos y como siempre digo me fui como gorda en tobogán y a todo levanté la mano y me subí a todos los jueguitos como si fuera la Kermesse de los Xaverianos.

Creí que vendría un castigo después de tantas bendiciones y después me di cuenta que no pasaba nada si deseaba un poco más y me esforzaba por tener todas esas cosas que pensaba sólo le pasaba a la gente con suerte.

Yo quería ser una mujer más feliz, más intensa, más viva, más llena de amor, más

empática y en este año exploré todos mis rincones buscando un poco de cada cosa y en cada vivencia encontré que dentro de nosotros siempre encontraremos lo que queremos. Yo desee lo que me pasó y de algún modo, no sé en qué consista exactamente pero de algún modo algo me decía en mi interior que este sería un año de revelaciones porque de algún modo me preparé para ellas, como cuando preparas palomitas para ver una película. Me puse en el centro de donde necesitaba que me pasaran las cosas y así como pasaron, siguieron su camino... personas, viajes que quedaron en la memoria, risas, pequeñas eternidades que viviría para siempre pero que por el contrario tengo que besarlas como niños que ya se van a dormir...

Despedirte de lo que saboreaste pero que debiste dejar ir es un proceso extraño que trae consigo nuevas cosas si es que decidimos regenerar la herida del adiós para no cerrarnos a lo que tanto queremos: amar. Aunque por otro lado si somos poquito inteligentes podemos pensar que ningún amor puede herirnos por el simple hecho de que no cuenta con la cualidad de la eternidad. No porque algo que se siente bonito no dura para siempre debe hacernos daño, es como una nieve que se acaba... no por eso no fue rica.

Y si somos todavía más inteligentes podremos notar que el aire entra siempre que abrimos la ventana, que si un ciclo termina otro comienza y que cada etapa, cualquiera, por más nostálgica que parezca, tiene su encanto... en pocas palabras, nunca hay algo mejor que el preciso presente.

Sipi, todo eso aprendí este año. Además de otras cosas que no les digo. Pero le doy gracias al 2013 por llenarse de tantas tintas y sobre todo, por darle un final feliz. Aunque más que final será el comienzo del capítulo uno de 365 aventuras más. Feliz año nuevo a todos y gracias por los que coincidieron conmigo en el 2013, nada sería igual si le cambiara el más minúsculo detallito... así tuvo que ser, con esos abrazos, con esas risas, con ese dolor, con ese no sé qué que me hace sentirme en este segundo: satisfecha y con el rompecabezas armado. Nada es mejor que este día... los quiero.

1 comentario:

  1. Es la tercera vez que lo leo y cada vez me gusta mas. Gracias por compartirlo Lucia

    Martha

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