jueves, 21 de marzo de 2013

NADA SE CAPTURA. Notre Dame


El otro día en clases de Literatura nos pusieron a hacer un ejercicio que se llama “Ruleta” consiste en que la maestra nos dijo “escriban lo que quieran” después decía “alto, pongan esta palabra – o esta frase – “ y no importaba si se salía de contexto con la historia, tenías que ponerla. Esto fue lo que me salió, un pedazo de ficción combinado con una crónica real… es decir, no todo fue real ni todo mentira, lo que pasó es que tuve que insertar frases cuando la maestra lo pedída… se las comparto porque prometí escribir mis tareas. ¡OJO! Las palabras o frases que están en negrita son las que la maestra dijo que pusiéramos, para que se rían cuando lean cómo las puse. ¡Gracias a todos!


Nada se captura.
Por Lucía la de flor
Ejercicio en clase de: Ruleta.



Había visto el Jorobado de Notre Dame más veces que un niño promedio, recuerdo todas esas caricaturas de Disney y los sentimientos que me provocaban, entendía entre líneas las escenas y vivía con más intensidad que los mismos personajes sus alegrías y dolor. Lástima que no hay una máquina de esas como los detectores de mentiras que captaran las tonalidades de las emociones con las que vivía las pelis de Disney.

            Por eso, en aquel hotelito parisino, cuando Andrés me preguntó si sabía algo sobre Notre Dame contesté soberbiamente: “¡Pues claro! Si he visto la Peli del Jorobado.”

            ¡Cómo lo hice reír esa noche! Planeábamos seriamente el tour del día siguiente y mi comentario lo había hecho carcajearse como tanto me gusta, pero lo puse serio cuando de pronto salí con mi prenda íntima tratando de provocarlo un poco, lo demás no les interesa saber.

            Nos levantamos tarde al día siguiente cuando las harpías de las camareras nos habían tocado nuevamente alegando que teníamos que salir para hacer el cuarto, vaya hotel. Nos vestimos, pusimos los pasaportes y algunos euros bajo llave por aquello de las suspicacias francesas y tomamos el metro para bajar cerca de donde viviría en persona mi momento Disney.

            Parecía que el desayuno o el agua parisina tenían alguna fórmula que te hacía sentir pleno, feliz, enamorado… porque Andrés y yo éramos dos perfectos candidatos a inspirar a algún escritor que pasara por ahí y viera nuestras risas, abrazos y la manera en la que dos enamorados caminan.

            O era el paisaje el que hacía que nos viéramos felices, no lo sé, pero lo dos estábamos anestesiados de París, envueltos por arriba hasta los pies de una droga particular.

            Vaya día que hasta del Jorobado me había olvidado, mi nueva y propia película ejercía en mí toda la ocupación de mi tiempo, a tal grado que si se vuelcan o no los coches de al lado, si incineran o no a algún viejo que ha muerto a unas cuadras al lado, yo y mi mundo me tenían anonadada y atenta sólo a nuestro momento, a tal grado que había olvidado voltear a ver si venía un coche a atropellarnos. “Dios nos guarde la hora en que eso pase” pensé, sería un dramático final para dos enamorados.

            Que tonta que pensé en eso, volví en mí y admiré el río que cruzábamos por aquel puente, la risa de Andrés y mi pose para la foto donde a espaldas ya se veía Notre Dame.


            Pero ah como se me da eso de crear voces sin rostro en mi cabeza… - ¡Ya basta Lucía! - Me dije a mis adentros - Eso sólo crea nuevas complicaciones y callando mi voz interna corrí hasta alcanzar a Andrés quien ya terminaba de cruzar el puente.

            Me reuní a su paso y en el ritmo perfecto, parecíamos un carro nupcial ya que curiosamente iba vestida de blanco, él un saco negro y nos dirigíamos a la Catedral de Notre Dame.

            ¡Que belleza de día! Pensaba mientras pasamos una escalera por abajo, pero ni eso y ningún gato negro podrían darnos mala suerte a este par de tórtolos que estaban viviendo algo mejor que la luna de miel de cualquiera.

            Que increíble es saberse así de feliz, quitando aquella zozobrante sensación de que algún coche pudiera atropellarnos en el trayecto poniéndole fin al verdadero principio de nuestras vidas. Meditando eso me postré frente a la Catedral tan anhelada y como llave de agua comencé a llorar.
           

            “Esto es mejor que El Jorobado” pensé… “Las segundas versiones siempre son mejores” Aseguré. Y así fu como la realidad superó la fantasía derrotándola como David a Goliat.

            Andrés estaba contemplando mi éxtasis porque él ya conocía el recinto y le complacía mas posar sus ojos en esta guera y captura sus emociones.

            Sentí pena de llorar frente a él y juré por ni nombre propio que no volvería a hacerlo. El rió con mi juramento ya que había perdido mi credibilidad al haber llorado en el Museo del Prado, la Plaza Mayor, el Palacio Real, la Torre Eiffel y ahora aquí. Así que mi promesa pasó a segundo plano, me puse de costado y él me tomo la primera foto en ese mágico lugar.

-       Andrés ¿No encoge esta cámara? – Dije al ver la foto. – Mira que majestuosa es, la fotografía no le ha hecho justicia. – continué disgustada, y ase habían secado mis lágrimas y la rabia salía a flote al ver la foto tan desgraciada. - ¡Tómala otra vez Andrés! – Grité mientras acomodaba mi pelo y a grito de guerra la tomó de nuevo, una y otra y otra vez.

Nunca pude captar la monumentalidad Notre Dame como mis ojos la veían, no podía capturarla aunque fueran varios intentos y mi corazón sólo entendió que tal vez, ningún monumento y ningún lugar es capturable y en la belleza de su finitud está la verdadera libertad de la vida que tampoco capturaremos, igual como el día de Notre Dame no fue igual en mi memoria, que en la de Andrés, o que en la estúpida cámara digital.

2 comentarios:

  1. Nunca nada ni nadie habrá de capturar un momento como nosotros mismos lo hacemos. Un saludo Lucía, tu historia parisina, así como el resto de tus anécdotas, siempre me llenan de inspiración.

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  2. te leo y me volviste a llevar a Paris!... las sensaciones magicas recorrieron de nuevo mi cuerpo ...Gracias Lucia!

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