Me pasa que a veces escribo cuentos y luego no me gustan, los dejo descansar y no los subo a internet creyéndolos insuficientes. Hoy me encontré este que hice hace mucho en mis clases de literatura. Lo leí y no me acordaba del final entonces estaba intrigada y me gustó. Creo que todos merecemos entender que darte a los demás no te quita de vuelta. Que lo que diste ahí y está bien y que sigues completa. Tal es el caso de Marina y sus pastillitas del olvido.
Las pastillas del
olvido
Por Lucía la de Flor
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¿Qué
quieres Marina?
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Ya pensé
mi respuesta, deme las pastillas.
Era día del Santo Patrono de Chilupán cuando Marina entró a la farmacia preguntando
por las pastillas del olvido.
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Miranda las tomó, Angélica las tomó, no sea malo
deme una. – Le insistió.
-
Mi padre no está, hace días que atiende al viejo
Lucas, que se nos anda muriendo desde hace semanas, pero sé de qué hablas y puedo
dártelas hermosa, pero como ellas no habrás aprendido nada. – Dijo el joven
alto y de ojos profundos.
-
¿Qué hay que aprenderle al General Ruesga? Sólo
hay que estar a doscientos kilómetros de su presencia es lo único que le
aprendí. Démelas y nadie saldrá herido.
-
Herida ya estás, por eso te digo, no aprovecharías
el valioso entendimiento de un corazón roto. – Mira prométeme que lo pensarás y
si estás decidida te doy mi palabra que mañana
te las vendo aunque no esté mi padre.
Así lo acordaron y mientras todos
alzaban sus ramos en el desfile del Santo Patrono, en Chilupán lloró Marina
toda la tarde en su rinconcito favorito, la piedra donde de niña desgranaba
elotes. Había tomado en serio la propuesta del boticario y temía que al
olvidarlo pudiera, no sé, volverse a enamorar de él tras no haber aprendido la
lección. Lo vería sin desprecio y ante esa indiferencia se engañaría nuevamente
con sus encantos. O al menos eso chismearon que le había pasado a Miranda. Y
mírala, embarazada y sola.
Pero
¿De qué servía que estuviera así de triste? – Pensaba una y otra vez. El
maldito Ruesga ya estaba conquistando a la hija de Guadalupe, que porque iba
más a misa que yo, ha de estar tras su virginidad como cuando estuvo conmigo y
como todas antes de mí. – Siguió pensando - Pero desgraciadamente mi odio hacia él era
equivalentemente proporcional al amor que le tuve. – Dijo casi en voz alta. -Vaya
que se lo tuve. – Ahora sí exclamó - Bastaba que enredara mis dedos en sus
chinos para darme cuenta de que le estaba entregando todo mi ser sin ni
siquiera decírselo.
Estúpida,
estúpida, golpeaba una mazorca contra otra. Tres mil veces estúpida. No podía permitirse
el lujo de volver a caer, eso jamás. Debía, como decía el boticario, aprender
de su dolor, no de él, de su dolor. Si le iba bien o le iba mal al General, tenía
que dejar de importarle si quería concentrarse en ser feliz… y así regresó a
casa.
-
Te perdiste de la fiesta mi Marina. – dijo su padre.
-
Ya ves que esas cosas últimamente no me gustan,
nomás era para darle gusto a mi mamá pero disfrazarse y hacerle al
merequetengue no se me da papá.
Él ya lo sabía pero no estaba de
más decirle que había una opción para estar pensando en otra cosa que no fuera
en el general pero era imposible. Bueno, en realidad no era imposible, estaba a
unas horas de tener la oportunidad de tomarse unas pastillas que la harían dejarse
de pendejadas.
Así cayó la noche, acostó a su
papá para que no extrañe la tradición del beso de buenas noches que la mamá de
Marina siempre le daba cuando estaba viva y luego se volvió a la cama, cepilló
su pelo como si no pensara en nada, pero sí pensaba. Trataba de engañar al
espejo para que no se diera cuenta de su idea macabra, pero sí se daba cuenta.
Aceptaría las pastillas y ese era un hecho. Necesitaba vengarse y lo haría.
“Puto
el general”. Dijo en voz alta y después besó al Santo Patrono de Chilupán antes
de echarse a dormir. Parecería que tardaría en pelar el ojo pero lueguito quedó
dormida, como si ya supiera su decisión y no hubiera nada más que pensar.
Y tan
rápido durmió, tan rápido amaneció y se metió a bañar y desayunaba mientras se
trenzaba el pelo. Le dio un beso a su papá quien todavía dormía, no como antes
cuando vivía su madre que se levantaba tempranito sólo para contemplarla, pero
ahora ni el sol lo dejaba amanecer y con todo el amor del mundo lo miró y
volvió a besarlo mientras le acariciaba los cuarenta y cinco pelos de su coco.
Llegó a
la farmacia y le dijo al hijo del boticario:
-
Deme las pastillas.
Dos eran suficientes para olvidar
el amor pasado y metidas entre su corpiño salió de la farmacia hacia la casa
del general quien ya la estaba esperando meneando su bigote como todo un
ganador, como alguien que sabía que se doblegarían a sus pies y que
necesitarían más de él. Su ego invisible a primera instancia le envolvía su uniforme
y mientras acomodaba el cinturón Marina lo besó en el cachete.
-
¿De qué querías hablar? Le dijo él.
-
¿No le puedes dar agua a alguien que fue tu
amante en este día soleado?
Entraron, ella se ofreció a
servir dos vasos, ya conocía bien el refugio del rompecorazones y tras no
pensarlo dos veces vertió las pastillas en uno de ellos. Y sin perder de vista
cuál era cuál, le dio el vaso con las pastillas del olvido disueltas al
general.
Su corazón se agitó, claro estaba
que iba a olvidarla y aunque extrañamente a ella le dolería no ser recordada
aunque fuera por alguien que no valía la pena, sabía que ese sería su castigo, que
el general no merecía saber lo que se siente ser amado de verdad, no merecía
recordar, no merecía haber experimentado lo que es que una mujer lo ame tanto;
y aunque él siguiera su camino de mujeriego altanero en busca de inocentes
primerizas en el juego del amor, su venganza sería que no la reconocería al
pasar, no sabría las noches de desvelo, las lágrimas que lloró por él el día
que la dejó y los momentos tan felices que pasaron el Playa Paz.
Sí, le quitaría el privilegio de
haberla conocido y en un ataque de rabia le dijo. “Bebe que hace calor y no
quiero que mi general se deshidrate…”
El general bebió hasta la última
gota mientras ella sonreía sabiendo que su dolor nunca se iba a quitar, pero
que todo el amor que le había dado se lo había arrebatado de golpe. Se quedó
dormido ella salió de su casa sabiendo que sería la última vez y de regreso se
encontró al hijo del boticario.
-
¿A dónde fuiste Marina? ¿Qué hiciste con las pastillas?
-
Nada que te importe.
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¿Fuiste a casa del general verdad?
-
Vaya, este pueblo si es un chisme andando. ¿No
tienes que estar en la farmacia ya que no está tu padre? – El hijo del
boticario se puso las manos en la cabeza y le dijo “vaya que no todo se
olvida…”
-
¿De qué hablas?
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Lo que hiciste con el general Ruesga hice yo
contigo hace tiempo ya, por eso no me reconoces. Pero si algo aprendiste de mí
y no pudiste olvidar fue a vengarte como yo lo hice y tu castigo será descubrir
que aunque otra persona no te ame, privarle de lo que le diste es un acto de
más egoísmo de lo que cualquiera pudiera haber hecho contra nosotros.
muy buena historia hace pensar a uno muchoo.......
ResponderEliminarMe E N C A N T Ó... Eres la onda.
ResponderEliminarwooow! que buen final!!! me encantó! ...
ResponderEliminar"Dos almas no se encuentran por casualidad, habrá quien se lleve mucho, pero no habrá de los que no nos dejen nada" ó algo así dice Borges, no podemos arrebatar ...
y se me vino a la mente el ¿cómo amanecí? de hoy,a veces no obtenemos lo que queremos, pero esta la felicidad dos, esas cosas del desamor que suceden que a veces duelen, pero que miras atrás y te das cuenta que aunque no termino como lo esperabas igualmente te hicieron feliz y ahora eres mejor, y le aprendiste a áquel y conociste nuevos caminos... y sucedió por algo..
y que viva la vida ...
me encantó! y me encantó lo que dices al principio...
ResponderEliminarMuy buen desenlace, al principio me recordó un poco a "Arráncame la vida".
ResponderEliminar2 pastillas, please
ResponderEliminarOle!! Me encantó de principio a fin, pensé otro final y me sorprendí!!! Dan ganas de olvidar, dan ganas de que te olviden, ufffff
ResponderEliminarNo se, quiero unas :(
ResponderEliminarAcabo de descubrir tu blog. En desorden voy deborando los escritos, en algunos es como si encontrara una traductora profesional de mi corazón. Algunos otros los veo a la distancia como quien ya no recuerda tantos detalles de ciertas historias. En todos me veo reflejada. Este sin duda me ha hecho feliz. Me llenó de emoción y lo he querido guardar porque condensa muchas cosas y no le sobra nada. ¡Enhorabuena!... y sí...en hora buena vine a encontrar este blog. :)
ResponderEliminarHoy te busque como desesperada,intentando encontrar algo que me dijera que paso seguir,gracias por pondré en cada palabra algo de fuerza y de aliento para alguien,gracias.
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