Para Andy Redondo.
Muchas veces no sabemos lo mucho que estimamos a alguien porque lo enterramos para no recordar lo que sentíamos, total, ya no está con nosotros.
Una filosofía tonta pero mi funcional mecanismo de defensa de años atrás. Pero ayer en la noche te desenterré, te traje a mi concierto y aladito de mi lo vimos los dos, y mi tía que me acompañó al concierto pero no se dio cuenta.
Sí, ayer fui.
Llegando del bosque aún llena de tierra llegué.
Me senté, y al salir él, yo a ti te vi,
sin intenciones de una cita secreta, tu cantando, yo aquí.
Escenario de poetas,
que con mi aguinaldo vi pasar.
Un teatro monumental… donde sin intenciones, sin saberlo, sin esperarlo, te vi.
Reconocerte no pude o no quise, trataba de resistirme y me resistí.
Pero el acento español y el ritmo me abrió los recuerdos donde te juro que te vi.
Ayer me compré una cerveza y unas papitas,
mientras Serrat cantaba una y otra canción para mí,
yo dejaba humear los recuerdos
que como chimenea salían de mí.
Y ahí entre el humo su cara se convirtió en la tuya y en sus canciones y en su guitarra inevitablemente me acordé de ti. Transportada gratis por el tiempo terminé en el coche donde desde lejos te vi. Con tus maletas y con la funda donde adentro estaba tu instrumento donde una vez música salió de ahí para mí.
Vajamos a la capital del mundo, donde estabas conmigo y yo no sé con quién porque de haber sentido lo que sentí ayer, no me hubiera portado tan “así”.
“Si seré bruta” dije entre letras de aquella canción que no me sabia, motivo por el cual fui a hacer pipí.
Bloqueando pensamientos con olor a cerveza traté de ver a Serrat,
y no a mi músico que un día tal vez se enamoró de mí.
Que tonta, ahora él en el escenario y yo en última fila pensando porqué nos alejamos de lo que nos gusta y nos hace feliz.
Perdón no pido que no te hice nada, perdón me pido a mí por ser tan descarada para retirarme de las guerras que no son guerras sino días que no me regalo por miedo a que sepan a ti.
